Caín pudo hacer algo más

¿Soy acaso el guardián de mi hermano?

Génesis

 

Recuerdo esta escena repitiéndose varias veces en mi juventud: estoy en la discotheque –el antro de la época-, acompañado de amigos, departiendo alegremente. En algún momento de la noche, hacía su aparición mi hermano. Nos encontrábamos y nos abrazábamos efusivamente mientras exclamábamos “nos queremos como hermanos”. Entre los que presenciaban la escena había gente que no nos conocía bien y no sabía exactamente cuál era nuestra relación y, medio confundida y dudando, se animaba a preguntar “pero…¿ustedes no son hermanos?”, “Síííí”, contestábamos entre carcajadas, “por eso nos queremos así”.

Como esta anécdota podría recordar muchísimas. Mis hermanos, y tengo 8, han estado presentes en gran cantidad de los momentos importantes de mi vida. Mi vida no se explica sin su poderosa influencia.

Me hicieron reír mucho las palabras de Eckhart Tolle cuando dice que aquel que cree haber alcanzado la iluminación y un alto grado de desarrollo personal tiene que regresar a vivir 15 días con sus papás y sus hermanos para ver cuánto le falta para alcanzarlo. ¿Por qué? Porque tu hermano te conoce como pocas personas en el mundo, sabe tu historia de primera mano, con él es difícil mentir acerca de ti. Porque entre hermanos se establece una relación ambivalente, donde puedes tener rabiosos momentos de egoísmo y de noble generosidad; odiarlo intensamente y amarlo a prueba de balas; sentirlo como tu más fiero enemigo o tu más fiel aliado. Con un hermano, en suma, vives momentos que se convertirán en la vida misma.

Y es que, por lo menos de inicio, un hermano es un posible competidor por el amor de los padres, hasta que, de manera gradual, vas tomando tu lugar en tu vida y en la suya, mientras aprendes a amarlo y a entenderlo, al tiempo que aprendes a amarte y a entenderte, a aceptarlo tal como es. Claro, sin que ello signifique que dejarás pasar la oportunidad de molestarlo en cualquier momento, sólo para no perder la costumbre.

Quien ha tenido la fortuna de tener un hermano y haber establecido una relación de amor y apoyo, no puede menos que bendecir a Dios por ello. Porque tener este tipo de relación no tiene precio. Tener la confianza de que, pase lo que pase, cuentas con una persona es algo reconfortante y esperanzador.

Pero si esto es cierto, ¿por qué hay tantos hermanos que están peleados o separados? Creo que aun cuando la respuesta no es de ninguna manera sencilla, tiene mucho que ver con asumir la responsabilidad por lo que nos pasa en la vida y con las respuestas que le hemos dado. Un caso paradigmático es el de Caín, en el relato bíblico. Como ve que la ofrenda de su hermano es mejor recibida que la suya le parece una buena opción matarlo. Fue más fácil culpar a su hermano que ponerse a pensar cómo hacer que su ofrenda fuera agradable. En lugar de poner el foco en lo que Caín podía hacer decidió culpar a su hermano por su poca suerte y, con base en esa interpretación equivocada, actuó con el final que todos conocemos. De la misma manera, algunas personas sintieron que sus papás prefirieron, real o imaginariamente, a su hermano y decidieron actuar como Caín. Y es que los hermanos pueden llegar a acumular rencores y envidias por no haberse dado la oportunidad de hablar y pensar de manera diferente. En muchos de nuestros Talleres escucho a personas decir “se lo he dicho mil veces pero no entiende” y entonces yo les pregunto “¿cómo fue que llegaste a la número 1000 haciendo lo mismo? Así nos pasa con nuestros hermanos y llegamos a hablar con siempres y nuncas, sin darnos la oportunidad de replantearnos por qué vi las cosas de tal o cual modo.

Es claro que este tema tiene otras aristas por abordar pero creo que podríamos empezar con esto para resolver las posibles diferencias con nuestros hermanos.

Qué maravilla, que en cualquier momento de tu vida, te puedas encontrar con tu hermano y exclamar: ¡Nos queremos como hermanos!